2/2/08


Llegado el día en que todas las personas descubran la escencia de la felicidad, imagino será momento en el cual todo humano acceda a voluntad y sin remordimiento, ni esperanzas de castigos o flagelos, a todos los impulsos del cuerpo al que le pertenece. Cuando las acciones no sean más que consecuencias de los deseos que se vuelcan al mundo.

La noción de libertad entre los hombres, sesgada y calificada de obsoleta, no será más que el recuerdo de la existencia de algún dios. Pues, no hay libertad cuando todo es efecto de unas células que interaccionan para crear el movimiento en el mundo. Todo es ganas, deseos, los más nobles y tiernos, salidos de la misma mente comparada a la de un criminal capaz de cometer las peores atrocidades. Ese será el día del legado del reino.

Y me recuerda al siguiente cuento:

[El Sacerdote: Llegado el instante fatal en que el velo de la ilusión sólo se desgarra para dejar al hombre reducido al cuadro cruel de sus errores y sus vicios, ¿no te arrepientes, hijo mío, de los múltiples desórdenes a los que te condujo la humana debilidad y fragilidad? ]
...

[Moribundo: Cegado por tus sistemas absurdos, con ellos combatí toda la violencia de los deseos que había recibido de una inspiración más que divina, de eso me arrepiento...]
...

[Nota: El moribundo llamó, las mujeres entraron y el predicante se convirtió en sus brazos en un hombre corrompido por la naturaleza, por no haber sabido explicar lo que era la naturaleza corrompida.]

Diálogo entre un sacerdote y un moribundo.

Marques de Sade

1/2/08

Imperioso, colérico, irascible, extremo en todo, con una imaginación disoluta como nunca se ha visto, ateo al punto del fanatismo, ahí me tenéis en una cáscara de nuez... Mátenme de nuevo o tómenme como soy, porque no cambiaré.

Marqués de Sade