Se acerca el fin de año, y las fiestas esas que suelen celebrarse, y aunque uno ni se emocione, siempre encuentran la forma de metérsenos en la cabeza (y en la barriga), lo peor es que eso no es lo peor, sino una ligera nostalgia que se crea en torno y el ambiente de perfecto caos, que crece. Las calles están llenas, la gente camina como si algo los apresuraría. Ansiosos por acabar el día y se refleja la emoción en el rostro, como si todo debería estar bien porque va a ser Navidad. Uno intenta no caer en celebrar algo que nunca entendió, sin embargo, la debilidad por la comida, el trago y la conversación en familia, atrapa. Y distrae.
Las pequeñas lucecitas ya se abren paso entre las miradas abochornadas, y los cuetecillos con sus sonidos lejanos y lluvias a todo color. Definitivamente, es Navidad! y pronto este año se hará pasado, entre alegrías, odios,borracheras y momentos de iluminación. Aunque a uno solo le invada la sensación de hartazgo de las mismas imágenes, caras tan familiares y el mismo camino, pistas rotas, viejos sucios, mierda de perro, entre otras veleidades que en algunas personas provocan profundos trastornos, y a otras solo ganas de comer. La cuestión es que este año se acaba y de frente al verano que ya se mete entre los dedos, las playas repletas y el trabajo que no nos abandona, o mejor dicho, que no podemos abandonar.
Solo quiero un regalo esta vez (por los que nunca tuve (sin quejarme)), este arbolito, que me serviría como regalo para unos veinte amigos míos.
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